No soy una madre desnaturalizada

No soy una madre desnaturalizada Una juventud llena de sueños es la que vive Adriana. Morena simpática, de cabello lacio y ojos llenos de ilusión. Con sus jeans y su camisa de flores nadie pensaría que hace 24 horas dio a luz. Ella cuenta su historia con mucha pasión y sólo descansa para estallar en una esporádica carcajada o para contemplar a su hijo Julián de dos años de edad que revolotea todo el tiempo sin perderla de vista.
 
Adriana acaba de entregar a su segundo hijo, para que sea dado en adopción.

Como Adriana, muchas madres no pueden conservar el hijo a su lado.

Otras no lo desean por representar una vergüenza o un estorbo…

En muchas ocasiones las madres biológicas carecen de asesoría o de la información adecuada para tomar esta difícil decisión.
 
Adriana es adoptada y sabe que su hijo estará mejor al entregarlo. Pues ella sabe que le está proporcionando su derecho a la vida y al buen desarrollo físico y moral. Se desprende con amor y esto hace de ella una mujer valiente.
 
Ella nos cuenta que vivía con la mamá y con dos hermanitos, el papá los abandonó cuando a la mamá le dio un derrame. Y a los 15 años sintió, como al faltar un miembro tan importante, la familia se desbarataba.
 
A mi madre la enfermedad la mantuvo durante mucho tiempo en una cama. Me toco salirme del colegio, para encargarme de la casa. Cuando mi mamá se empezó a recuperar en vez de agradecerme, me cogió rabia.
 
Me trataba mal, decía que era una arrimada y me pegaba, todo eso lo aceptaba, porque ella es operada del corazón y me parecía que de un momento a otro se iba a morir. Aguante hasta que me resultó un trabajo en Bogotá. Trabajé allá un tiempo, hasta que un día me ofrecieron trabajar en Medellín.
 
No lo pensé dos veces. En el barrio Belén conocí a quien iba a ser el padre de Julián, mi primer hijo. El quiso responder pero todo se nos vino abajo, lo mataron accidentalmente en una balacera. La familia dijo que él no era el papá del bebé, me toco a mi la responsabilidad del niño, yo sabía que en mi casa no me podían colaborar y lo registré con mis apellidos.
 
A pesar de todo cuando Julián nació mi mamá se puso super contenta y nos fuimos al pueblo a vivir con ella. Empecé a charlar con Rubén, un muchacho que fue novio mío, él conmigo era la persona mas especial del mundo pero con Julián no era muy cariñoso, yo le decía: Yo al niño no le estoy buscando un papá, si usted va a estar al lado mío lo más natural es que aprenda a quererlo, no como hijo suyo, sino como un amigo.
 
Me descuidé y quede en embarazo de nuevo, cuando le conté a Rubén me dijo que no iba a responder ni para grande, ni para pequeño. Hable con mi mamá y con justa razón me dijo que me fuera de la casa. Ella me acepto con el primero porque había sido muy distinto, al menos el papá de Julián quiso responder.
 
Mi mamá de todas maneras siempre se ha preocupado por mí, yo la quiero, la verdad es que ella no es mi mamá, es mi madre adoptiva. Mi verdadera mamá es mi tía.
 
Cuando tenía 8 años fuimos a visitar a mis abuelos a Bogotá y mi mamá biológica me vio y empezó a decirme que me quedara con ella. Yo me puse muy mal y ella firmó los papeles donde quedaba con los apellidos de mis tíos, que para mi son mis verdaderos padres. No le tengo rabia a mi madre biológica porque afortunadamente me dejó con personas que en ese momento me supieron dar amor y un hogar.
 
«Será por eso que nunca pensé en abortar, para mi eso es un delito que no se paga ni con la vida».

«Finalmente tomé la decisión de dar a mi hijo en adopción. Tuve un embarazo normal, pero no le sentía el mismo cariño que con el de Julián, pudo ser por el abandono del papá. Yo hice como si no estuviera en embarazo. Si me resultaba un trabajo lo aceptaba».
 
Me fui nuevamente para Medellín con plata prestada, en la casa dije que me había salido un trabajo muy bueno. En el directorio telefónico busque algo que se relacionara con la adopción, así me puse en contacto con La Casita de Nicolás. El susto mío de dar al niño en adopción era que me quitaran a Julián, pero allá me tranquilizaron. De todas maneras me dejaron claro que cuando tuviera el bebé si quería quedarme con él, estaba en toda mi libertad y si lo quería entregar que fuera por mi propia voluntad.
 
El parto fue normal, incluso pude ver como nació mi muchachito, vi cuando asomó la cabecita y cuando salió, eso le queda a uno marcado, eso no se olvida. Lo que hice fue aprovechar el tiempo que estuve con Alejandro, porque así lo llamé, tenía ganas de quedarme y a la vez sentía deseos de salir rápido del hospital para estar al lado de Julián.
 
Llegaron por mi y me dije: ahora ya no voy a estar con Alejandro. Era un paso que yo había pensado mucho y que era lo mejor para él. Me despedí del niño en el camino a la Casita. Cuando llegamos me recibieron a Alejandro, se lo llevaron a la sala de bebes y hasta ahí supe de él
 
Cuando vi. a Julián fue maravilloso, en ese momento sentí que lo que había perdido había vuelto. Solo espero que las personas que adopten al niño no vayan a ser algún día injustos con él, me gustaría que fueran personas muy cariñosas y que le brinden mucho amor.

(Los nombres fueron cambiados a petición de la entrevistada)

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