NI EL CIELO ES EL LÍMITE

Chad y Jeniffer Guzmán: pareja de esposos; trabajadores, luchadores y amorosos. Viven en Arizona y soñaban como muchas parejas en el mundo, con formar una familia.
De manera infortunada, hace algunos años, Chad tuvo un accidente automovilístico que lo dejó en silla de ruedas y le impidió realizarlo. Pero esta discapacidad, no fue obstáculo para emprender y pensar en un nuevo proyecto de vida.
Según Jeniffer, se centraron en lo positivo: “mi esposo tiene una imposibilidad y hemos visto ambos lados, los que realmente se preocupan y otros, que miran para otro lado. Las personas son diferentes sin importar si tienen alguna incapacidad, color o género. Aprendes a vivir con ello y a sacar lo mejor de cada situación”.
Decidieron seguir adelante juntos, de la mano y sorteando los momentos como se vinieran, como pareja se fortalecieron en el amor y se prepararon para lo que sería su gran Bendición. Fue ahí, cuando conocieron La Casita de Nicolás y según ellos, “nacieron como familia. Valentina no creció en mi vientre, pero sí en mi corazón… no cambiaríamos por nada, la forma en la que ella llegó”. Afirma Jeniffer, quién también dice que no puede explicar con palabras ese gran sentimiento que la embarga.
Valentina, fue adoptada cuando tenía solo dos meses; próxima a cumplir su mayoría de edad, visitó Medellín por primera vez para reencontrarse con sus raíces. Su madre biológica, había decidido entregarla de tan solo días de nacida, debido a una difícil situación. En ese abrazo, es como si el tiempo se hubiera detenido, como si desde siempre se hubieran conocido… solo hubo espacio para agradecer por haberla entregado a una familia que desde siempre estuvo esperando por ella, también, para recorrer la ciudad donde había nacido y de donde había salido.
Los días se quedaron cortos para conocer, recorrer las calles, visitar los pueblos cercanos, regresar a La Casita de Nicolás y disfrutar además de su hermana de tan solo 8 años de edad, quién con gran amor e ilusión, compartió con ella su estadía hasta el final.
“Mi hija tiene muchos talentos… ella es inteligente y muy cariñosa” asiente Jeniffer, dejando entre ver en su mirada, la manera en la que recibió a su familia de sangre, con quién demostró ser amable, bondadosa y especial.
Con mucha gratitud, dicen que La Casita también hace parte de su familia y se deben a ella. Además, porque es la primera vez desde su creación, que entregan a una persona teniendo a uno de sus padres en situación de discapacidad, lo que no fue el límite para volar. Tan alto lo hicieron, que llegaron a este país que les entregó su amor más preciado, y les abrió la puerta para atesorar.
Antes de despedirse, Jeniffer quiere compartir unos consejos con las parejas que desean adoptar:
- Debes amarlos como si fueran tuyos.
- Nunca los trates de manera diferente a como lo harías con tu hijo biológico.
- Debes estar preparado para el día que quieran saber de sus raíces. Además, estar ahí para escucharlo, apoyarlo y acompañarlo.
“Hoy pienso que la suerte no es de Valentina, como se lo dice mucha gente por habernos encontrado, más bien la suerte es nuestra, por haber coincidido justo con ella”. Asiente Jeniffer.

